¿Nos hacemos una foto?
Siempre he dicho que el tema de las fotos y los videos daría para una investigación y, tal vez, para un libro. Ya tomamos fotos de todo, las mostramos, y los videos se han ido sumando a nuestro repertorio, incluso filmando situaciones en las que podríamos ayudar, pero preferimos grabarlas para contar que las vimos.
Cuando decidí hacer esta columna, fue por una frase que escucho frecuentemente en mis charlas: “Pili, ¿nos hacemos una foto para que me crean que estuve contigo?”. Esta frase, en lo profundo, es muy reveladora. Refleja muchas cosas, pero quizás la más importante es descubrir lo poco o nada que vale la palabra hoy en día. No basta con decir “estuve con ella”, hay que probarlo.
Es un indicador social de una tremenda desconfianza. Si no hay evidencia de que fui a un concierto, es como si no hubiera ido. Esta desconfianza genera una obsesión por contarlo todo en las plataformas sociales para “validar” las experiencias como reales. De lo contrario, parece que no existieran. Me pregunto: ¿es necesario tener que mostrarlo todo? ¿Quién define el espacio para el concepto de intimidad?
Esa es una de las reflexiones. La otra es: ¿qué pasa con el valor y la credibilidad de las palabras como fuente de verdad y honestidad frente a la imagen? Siempre he pensado -y debe ser por la edad- que es mejor y necesario volver a imprimir las fotos y formar álbumes reales que nos hagan viajar o recordar experiencias. Tener todas las fotos en el teléfono es hipotecar nuestra historia hacia un punto de superficialidad. Está demostrado que, cuando hay tragedias, lo primero que se extraña son las fotografías.
Otro punto importante es la nula o poca tolerancia a la imperfección que existe hoy y que las fotografías reflejan en toda su magnitud. Antes, cuando las fotos se revelaban, no sabíamos cómo íbamos a salir. Con tal de capturar el momento, aceptábamos no salir bien: los ojos rojos u otros defectos que, con el paso del tiempo, siempre producen carcajadas y muchos recuerdos. Lo que genera recuerdos no es lo perfecto. Lo que queda almacenado en la memoria es lo gracioso, lo imperfecto. Si no, pensemos los que tenemos más de cuarenta años en los recuerdos de nuestras tortas de cumpleaños chuecas en la infancia.
Revisemos el fenómeno de las fotos y los videos y descubramos todo lo que nos informan desde su realidad. Nos muestran muchos valores sociales que han ido cambiando. No todos, según mi parecer, para mejor. ¿Qué te parece todo esto?
Un abrazo,
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