Recientemente, se habló mucho de la mujer y en el mes de la felicidad aparecieron miles de investigaciones que reflejan si somos felices o no, tanto de forma individual como en términos sociales.
Siempre he cuestionado estos estudios y me hacen cada vez más ruido esas definiciones de felicidad, paz y equidad, como si fuesen lugares a los que hay que llegar, manteniéndonos con la sensación de no alcanzar la meta. Según mi mirada, esos conceptos no son lugares, sino actitudes que nos invitan a trabajar desde adentro para lograr sentirnos en paz.
Desde esta óptica, los vínculos son lo fundamental en la vida y la cantidad de lazos de afecto que tenemos es una linda forma de evaluarla y verla de una manera grata. Sin embargo, mantener estos afectos en el mundo de hoy, parece ser una paradoja. Cada vez hay más formas de conectarnos con los demás y, al mismo tiempo, estamos más lejos de ellos.
Entonces, para mantener vínculos por mucho tiempo es fundamental reconocer quiénes somos y quiénes son los demás, pero sobre todo, observar cómo vamos cambiando con el tiempo para respetar esos procesos evolutivos.
Los vínculos permanentes requieren entender que los procesos de la vida nos alejan en algunos tiempos y nos acercan en otros, y eso no define la profundidad del afecto que nos tenemos. Esa sensación de dejar de ver a alguien importante y verlo de pronto es maravillosa. Te hace sentir que el tiempo no ha pasado y que las conversaciones siguen en el mismo punto donde quedaron.
La analogía entre estos conceptos y los vínculos permanentes no tiene otro objetivo que hacernos pensar que los mismos cuidados que debemos tener con los que queremos, los debemos trabajar nosotros y son una invitación a ser el mundo que queremos ver.
Todos los procesos individuales y sociales requieren valentía, honestidad y no partir de los conflictos que genera mantenerlos y resolverlos. La verdad duele, pero no daña, y es fundamental entenderlo y aplicarlo en lo cotidiano. La aceptación, la flexibilidad, la confianza y la paciencia son habilidades claves, pero la que más me gusta elegir es la evaluación del camino recorrido y la gratitud por ello.
Haz el ejercicio de agradecer los silencios, las risas, los llantos, los conflictos, los aprendizajes mutuos, las distancias y las cercanías del camino. Agradecer a la vida el habernos colocado cerca en este escenario para mirarnos como espejos y desde ahí desarrollar nuestra mejor versión. Esto, sin duda, es mejor hacerlo en compañía que solos.
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