Lo sabemos, hacer más de una tarea a la vez tiene sus ventajas y desventajas. Esta guía te salvará  si quieres aprender a aplicar correctamente el multitasking sin morir en el intento.

Estamos en plena era digital, la tecnología avanza a pasos agigantados, el ritmo de vida es más rápido y nuestras ambiciones son más grandes. Necesitamos un método para poder sostener todo con nuestras propias manos, y es súper conveniente que nuestro cerebro venga equipado con una función multitareas para lograr ese objetivo. Sin embargo, debemos admitir que no es la capacidad de hacer mil cosas a la vez lo que garantiza un multitasking efectivo, es saber cómo hacerlo sin comprometer la calidad del trabajo realizado y, sobre todo, sin poner en riesgo nuestro bienestar.

Aquí te damos las pautas principales para dominar este estilo de vida:

Solo quédate en silencio… 20 minutos 

Mejor dicho, quédate atenta a un solo pendiente. Uno de los errores más comunes del multitasking es cambiar de una tarea a otra sin ningún tipo de criterio. Por muy eficaz que te parezca resolverlo todo al mismo tiempo, eventualmente tu mente se convierte en un sistema operativo que no da abasto cuando las ventanas abiertas son demasiadas.

Una recomendación es la regla de los 20 minutos: antes de empezar otra actividad, dedica toda tu atención a un solo objetivo en ese tiempo. Para ello deberás deshacerte de cualquier posible distracción y entrar en el papel de que ese task específico es lo único que tienes que lograr hoy. Haciendo esto aumentarás tus niveles de enfoque, incrementará tu productividad y evitarás bloqueos en cada deber.

Con-cen-tra-ción 

Si no logras concentrarte a pesar de emplear la regla de los 20 minutos, no te empeñes en seguir haciendo algo solo por terminarlo. Usa técnicas de relajación como la respiración profunda y la aromaterapia, para despejar más tu mente y hacer un “borrón y cuenta nueva”.

Divide y vencerás

Tu cerebro guarda la información en dos divisiones: el consciente y el subconsciente. El consciente se encarga de lo que requiere pensamiento deliberado, como resolver problemas, leer o aprender. En el subconsciente están almacenadas las actividades que repites a diario y que ya sabes hacer a la perfección, como conducir o amarrarte los cordones. Tener un estilo de vida multitareas requiere que clasifiques los quehaceres de una manera similar.

Empieza por identificar dos tareas que realmente puedas hacer al mismo tiempo sin comprometer una ni la otra. Un buen método es combinar una tarea fácil/superficial con una que requiera más atención, por ejemplo: pensar en ideas para un trabajo mientras organizas tu ropa.

La clave está en entender que no todas las tareas pueden trasladarse al subconsciente mediante la repetición, ni hacerse juntas, por su naturaleza. Identificar cuáles sí y cuáles otras  puedes mezclar con estas te ayudará a aprovechar tu tiempo al máximo.

El reloj no se detiene 

Y hablando de tiempo, otro error común de la vida multitasking es no gestionar correctamente las horas que le dedicamos a cada tarea. Pasar aleatoriamente de un objetivo a otro, sin establecer un cronograma de acción previo, puede hacer que perdamos la noción del tiempo y nos olvidemos de las demás responsabilidades.

Un consejo de oro es que empieces el día haciendo una lista de tus objetivos y todo lo que tienes que hacer, clasificando desde lo más urgente hasta lo que puede esperar. Establece horarios y límites de tiempo para cada punto y ponte como meta aferrarte al plan. En esta misma agenda también puedes establecer “in betweens” y decidir en qué momento saltarás de un task a otro, para no volver tu día monótono. Verás cómo todo fluirá mejor.

Date un break (o dos, o tres…)

Aquí llegamos al punto crucial si quieres que todo lo dicho anteriormente funcione: el instante en el que sueltas todo para poder recobrar energías. Para no llegar a un estado de burnout en el que no puedas dar “ni para atrás ni para adelante”, es súper importante que aprendas a dormir bien y tomes cuantos descansos creas necesarios. ¡Ojo! No hablamos de entregarte a la procrastinación, sino de escuchar cuando tu cuerpo y mente te piden detenerte por unos minutos para tomar impulso luego.

Permitirte parar, respirar, aceptar lo que no puedes controlar y reenfocarte no es sinónimo de debilidad, sino de inteligencia.

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